viernes, 1 de febrero de 2008

ELLA

Jacques Brel siempre me gustó. Sobre todo, las canciones en las que comienza a cantar cada vez más deprisa. Hace unos años, Vesoul, me inspiró este cuentecillo. Ahí va:

ELLA

Hace muchos años, ella quiso ir a vivir a Barcelona porque Valladolid la asfixiaba. Él, que sólo hablaba castellano, aprendió catalán para satisfacerla. Muy pronto ella se cansó y Barcelona ya no le pareció tan cosmopolita. Entonces quiso ir a vivir a Nueva York. Él, que sólo hablaba castellano y catalán, aprendió inglés americano para satisfacerla. Ella quiso ser rica y famosa. Él contrató a los mejores managers, sobornó a los más aplaudidos directores de cine, y ella fue conocida en todo el continente. Ella quiso entonces viajar y extender su aureola de fama por el mundo. Él la siguió como un perrillo faldero para satisfacerla. Ella deseó que él fuera más alto, más fuerte y más guapo. Él acudió a los mejores gimnasios, sudó en las pistas deportivas y se sometió a las más terribles operaciones quirúrgicas para serlo y satisfacerla. En aquel momento, ella deseó un yate. Él aprendió a navegar para enseñarle las islas más remotas de los más lejanos mares. Ella deseó hacerse acompañar por los animales de compañía más exóticos. Él viajó hasta los rincones más inexplorados de la China milenaria y acudió a ella con unos ositos enanos tan dóciles como el más hogareño de los gatitos persas. Ella los olvidó muy pronto y él hubo de ocuparse de ellos. Ella, finalmente, deseó un nuevo compañero de juegos sexuales. Él masticó los celos con tal de satisfacerla.

Hace algunos años, él deseó conocer París. Ella lo llevó de vuelta a Barcelona. Él le pidió visitar una última vez a su anciana madre. Ella le hizo soportar a su suegra durante dos años y cinco meses. Él sintió una afición súbita por la cocina. Ella se empeñó en contratar a los mejores cocineros para que guisaran para ellos. Él necesitó estar encerrado en casa. Ella lo llevó de fiesta en fiesta y le hizo conocer a miles de desconocidos. El deseó que ella conservara un poco de su belleza de juventud y ella se abandonó y la grasa y las arrugas se apoderaron de su cuerpo. A él se le acabó la voluntad y ella decidió abandonarlo.

Hoy, ahora, en este mismo momento, de nuevo en Valladolid, ella quiere respirar más profundo y abre la boca porque sólo con la nariz no le basta. Quiere ver más allá de sus ojos porque los párpados no le responden. Quiere expresar con un grito la angustia que se apodera de su mente, pero la voz se niega a ser oída. Él está colocado de rodillas sobre el cuerpo de ella, sujetando con todas sus fuerzas la almohada más grande del dormitorio sobre su rostro.


Je, je, ¿qué os parece el final? ¿A que se lo merecía? Bueno, aquí tenéis la canción:

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta que aparezca la palabra Valladolid... Desde luego yo hubiera acabado mucho antes con "ella".