lunes, 4 de febrero de 2008

¿QUIÉN DIJO QUÉ?

Aquí encontrarás 10 frases lapidarias dichas por amiguitos en circunstancias especiales. Vamos a jugar a ¿Quién dijo qué? Puedes votar diciendo en un comentario quién dijo qué frase. Dentro de unos días sabrás quién ha acertado más frases. Bon courage!

  1. Hombres como tú me han hecho ser lo que soy. ¡No, no digas nada más!
  2. Pues yo creo que Terensi Múa…
  3. ¿El Karma? Pues, el karma es… mmm… el karma es la vida.
  4. Me he pasado la tarde mirando la lavadora… ¡Y eso que es no frost!
  5. ¡No sé lo que es, pero yo también lo quiero!
  6. Brindemos por mi nuevo futuro profesional. Me han despedido.
  7. Yo ya no puedo adelgazar. Vosotros decís que no, pero ya veréis cuando tengáis mi edad.
  8. Pues a mí el cambio climático no me importa. Como me gusta el calorcito…
  9. El lascivo conde puso a disposición sus sonrosadas mollejas…
  10. Solo aquel que me construya algo así podrá poseerme.

Los posibles autores son:

  • Antonio, alto funcionario del Ayuntamiento de una importante capital europea.
  • Carmen, alta funcionaria de Justicia.
  • Lola, directora de una céntrica e importante ENI.
  • Ángel, eminente profesor.
  • Griselda, afortunada venezolana afincada en España.
  • Javier, admirado crítico de ópera.
  • Merceditas Pi, propietaria y directora de un importante gabinete psico-pedagógico.
  • Sergio, director y guionista en el gabinete de prensa de un importante Ayuntamiento de una importante ciudad de provincias, la más alejada de Madrid en el espacio.
  • Pilar, directora de recursos humanos de una imprescindible empresa semiestatal.

Sí, efectivamente, lo habéis notado. Sólo hay 9 autores. ¿Quién será el/la dicharachero/a que es capaz de soltar no solo una sino incluso dos de estas perlas?

Ánimo, mandad comentarios con vuestras opiniones.

sábado, 2 de febrero de 2008

Colaborando

A lo mejor te apetece escribir algo pero te da pereza hacerte un blog propio. Si me mandas cosillas, las puedes publicar aquí. Empezamos con una colaboración de Juan Carlos en su primer año de italiano. Ahí va.

MESSAGGIO IN UNA BOTTIGLIA

Isola senza nome, il...tempo sfumato

Caro lettore,
Non mi ricordo come sono arrivato qui. Né quando. Io viaggiavo in aereo...Poi una tempesta, delle turbolenze, un colpo subito...Tutto è diventato nero...Mi sono svegliato sulla spiaggia bianca. Solo, senza niente, senza nessuno. Soltanto quest’isola deserta che assomigliava al mio ideale di paradiso.


Caro lettore, qui ho trovato infine la felicità, lontano dal tuo stupido mondo e dalla tua vita pazza. Se leggi questo messaggio, ti prego di non salvarmi, di lasciarmi perso e dimenticato dal mondo in questo paradiso. E ti prego soprattutto di non raccontare niente a nessuno sulla mia felicità.

Un naufrago felice

viernes, 1 de febrero de 2008

ELLA

Jacques Brel siempre me gustó. Sobre todo, las canciones en las que comienza a cantar cada vez más deprisa. Hace unos años, Vesoul, me inspiró este cuentecillo. Ahí va:

ELLA

Hace muchos años, ella quiso ir a vivir a Barcelona porque Valladolid la asfixiaba. Él, que sólo hablaba castellano, aprendió catalán para satisfacerla. Muy pronto ella se cansó y Barcelona ya no le pareció tan cosmopolita. Entonces quiso ir a vivir a Nueva York. Él, que sólo hablaba castellano y catalán, aprendió inglés americano para satisfacerla. Ella quiso ser rica y famosa. Él contrató a los mejores managers, sobornó a los más aplaudidos directores de cine, y ella fue conocida en todo el continente. Ella quiso entonces viajar y extender su aureola de fama por el mundo. Él la siguió como un perrillo faldero para satisfacerla. Ella deseó que él fuera más alto, más fuerte y más guapo. Él acudió a los mejores gimnasios, sudó en las pistas deportivas y se sometió a las más terribles operaciones quirúrgicas para serlo y satisfacerla. En aquel momento, ella deseó un yate. Él aprendió a navegar para enseñarle las islas más remotas de los más lejanos mares. Ella deseó hacerse acompañar por los animales de compañía más exóticos. Él viajó hasta los rincones más inexplorados de la China milenaria y acudió a ella con unos ositos enanos tan dóciles como el más hogareño de los gatitos persas. Ella los olvidó muy pronto y él hubo de ocuparse de ellos. Ella, finalmente, deseó un nuevo compañero de juegos sexuales. Él masticó los celos con tal de satisfacerla.

Hace algunos años, él deseó conocer París. Ella lo llevó de vuelta a Barcelona. Él le pidió visitar una última vez a su anciana madre. Ella le hizo soportar a su suegra durante dos años y cinco meses. Él sintió una afición súbita por la cocina. Ella se empeñó en contratar a los mejores cocineros para que guisaran para ellos. Él necesitó estar encerrado en casa. Ella lo llevó de fiesta en fiesta y le hizo conocer a miles de desconocidos. El deseó que ella conservara un poco de su belleza de juventud y ella se abandonó y la grasa y las arrugas se apoderaron de su cuerpo. A él se le acabó la voluntad y ella decidió abandonarlo.

Hoy, ahora, en este mismo momento, de nuevo en Valladolid, ella quiere respirar más profundo y abre la boca porque sólo con la nariz no le basta. Quiere ver más allá de sus ojos porque los párpados no le responden. Quiere expresar con un grito la angustia que se apodera de su mente, pero la voz se niega a ser oída. Él está colocado de rodillas sobre el cuerpo de ella, sujetando con todas sus fuerzas la almohada más grande del dormitorio sobre su rostro.


Je, je, ¿qué os parece el final? ¿A que se lo merecía? Bueno, aquí tenéis la canción:

El jardín sonriente







Cuando era pequeñito, mi tía Ascen me recitaba poesías de cuando ella iba a la escuela. Ella me las decía y yo me las iba aprendiendo. Eran poesías llenas de rimas fáciles, cursilonas, poemas de autores de otros siglos, típicas de maestros de escuela... Pero el caso es que a mí me gustaba una en especial. Una de dudoso valor estético y tan horterilla como las fotos de la derecha, pero los niños no entienden de literatura, sino de lo que les gusta y de lo que no. Hace unos años a Regina, que entonces era chiquita, le encantaba escuchármela recitar. Yo creo que hasta se la aprendió de memoria. Seguro que ya no se acuerda. Bueno, por si acaso, aquí os la copio, y, además, a ti te la dedico, tía Ascen.


LA ROSA DEL JARDINERO

Era un jardín sonriente;
era una tranquila fuente
de cristal;
era a su borde asomada,
una rosa inmaculada
de un rosal.

Era un viejo jardinero
que cuidaba con esmero
del vergel,
y era la rosa un tesoro
de más quilates que el oro
para él.

A la orilla de la fuente
un caballero pasó,
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.
Y al notar el jardinero
que faltaba en el rosal,
cantaba así, plañidero,
receloso de su mal:

—Rosa la más delicada
que por mi amor cultivada
nunca fue;
rosa, la más encendida,
la más fragante y pulida
que cuidé;
blanca estrella que del cielo
curiosa del ver el suelo
resbaló;
a la que una mariposa
de mancharla temerosa
no llegó.

¿Quién te quiere? ¿Quién te llama
por tu bien o por tu mal?
¿Quién te llevó de la rama
que no estás en tu rosal?

¿Tú no sabes que es grosero
el mundo? ¿Que es traicionero
el amor?
¿Que no se aprecia en la vida
la pura miel escondida
en la flor?

¿Bajo qué cielo caíste?
¿A quién tu tesoro diste
virginal?
¿En qué manos te deshojas?
¿Qué aliento quema tus hojas
infernal?

¿Quién te cuida con esmero
como el viejo jardinero
te cuidó?
¿Quién por ti sólo suspira?
¿Quién te quiere? ¿Quién te mira
como yo?

¿Quién te miente que te ama
con fe y con ternura igual?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?

¿Por qué te fuiste tan pura
de otra vida a la ventura
o al dolor?
¿Qué faltaba a tu recreo?
¿Qué a tu inocente deseo
soñador?

En la fuente limpia y clara
¿espejo que te copiara
no te di?
¿Los pájaros escondidos,
no cantaban en sus nidos
para ti?

¿Cuando era el aire de fuego,
no refresqué con mi riego
tu calor?
¿No te dio mi trato amigo
en las heladas abrigo
protector?

¿Quién para sí te reclama?
¿te hará bien o te hará mal?
¿Quién te llevó de la rama
que no estás en tu rosal?

Así un día y otro día,
entre espinas y entre flores,
el jardinero plañía
imaginando dolores,
desde aquel en que a la fuente
un caballero llegó
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.

Álvarez Quintero, Serafín y Joaquín



Amores y amoríos